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Presentamos a Alex P., directora sénior de APAC y gestora de recursos en las unidades de traducción de Lionbridge. Alex nació en Rumanía y actualmente reside en Japón. Le encanta que su trabajo le permita contactar con colegas de todo el mundo. Siga leyendo para conocerla mejor.
Con esta red, no me siento sola en el trabajo, sino que estoy unida a colegas de todo el mundo.
Cuando tenía dieciséis años, tuve que buscar un trabajo para pagar un campamento de verano. Hice una prueba de traducción para una editorial, y así conseguí mi primer empleo. El campamento pasó a la historia, pero ese trabajo marcó un antes y un después en mi vida.
Me ocupo de gestionar proyectos de traducción. Suelo madrugar para ver las tareas por asignar y, hasta la hora del almuerzo, estoy en contacto con lingüistas de todo el mundo. La verdad es que tengo un equipo fantástico. Al final de la tarde, me encargo de la coordinación con los compañeros de Europa. Antes de dar por terminada la jornada y premiarme con un vasito de sake, escribo emails de última hora.
Me gusta jugar al igo, un juego de estrategia, algo parecido al ajedrez y popular en el este de Asia. Lo que más me gusta son los cientos de pasos en los que tienes que pensar antes de hacer un movimiento; además, a veces me toca competir con niños, que son tan brillantes como implacables. Es muy divertido.
Hablo rumano, inglés, español y japonés. También estudié ruso, coreano y euskera hace años. Si tuviera tiempo, me gustaría retomar estos tres.
Me encantan la comida y el valor que se da a la naturaleza y la espiritualidad. También admiro el respeto que se tiene por las personas ancianas. Creo que la cultura y las relaciones personales de este país son muy diferentes de las europeas, con las que me eduqué, así que nunca dejo de aprender y disfruto con ello.
Estoy deseando visitar Nueva Zelanda para ver los glaciares y un partido de rugby. ¡Me apasionan las fuerzas de la naturaleza!
Por la comunicación más allá de las fronteras y porque, entendida como producción artística, tiene una fuerte dosis de altruismo. Quizá suene algo pretencioso, pero estoy convencida de que la localización es el motor de una comunicación que consigue superar todas las fronteras. Acerca culturas y sociedades, permite hablar a personas muy distintas, y estimula el desarrollo y la colaboración del ser humano. Además, a diferencia de lo que sucede con otras producciones artísticas, las (buenas) traducciones se consagran al lector y se centran en la comprensión y en la adecuación cultural, en lugar de en el ego de quien las crea.